cultivando los valores
Cultivando los valores
Los valores se confunden con las cosas, constituyen su entraña. La perspicacia intelectual del
hombre ha de servirle para descubrirlos, es decir, saber descifrar por qué una cosa es buena.
Descubrir los valores sólo es posible a quien mira positivamente el mundo, al que previamente ha
comprendido que todo lo que existe “existe por algo y para algo”; que cualquier ser, por pequeño que sea,
tiene su sentido y su razón de ser, es decir VALE.
Para el que se coloca así ante el mundo, y no pasivamente como cosa entre las cosas, todo cuanto
existe es bueno, todo cuanto existe es bueno, es un BIEN.
De modo que podemos llamar BIEN a cualquier a cualquier ser en cuanto es portador de valores.
Y podemos designar como VALOR aquello que hace buenas a las cosas, aquello por lo que las
apreciamos, por lo que son dignas de nuestra atención y deseo.
son el conjunto de valores, creencias, normas, que orientan y regulan la vida de la organización. Son el soporte de la visión, la misión, la estrategia y los objetivos estratégicos. Estos principios se manifiestan y se hacen realidad en nuestra cultura, en nuestra forma de ser, pensar y conducirnos. Como Partido Socialdemócrata, somos un movimiento político que lucha por la libertad, la justicia social, la igualdad y la solidaridad en nuestro país y en el mundo. Nuestra meta es un país en paz, en el que puedan realizarse estos valores fundamentales, en el que cada individuo pueda vivir una vida plena desarrollando su personalidad y sus capacidades, y en el que los derechos humanos y civiles estén amparados en el marco de una sociedad democrática.
➸LA INTERIORIZACIÓN DE LOS VALORES
El ser humano, para comportarse como tal, ha de tender al bien que la razón le propone corno
objetivo de su natural tendencia a la felicidad.
Hablar de valores humanos es una redundancia, porque no puede hablarse de valores, sino en
relación con el hombre. Toca a éste hacer una valoración de las cosas, es decir, entre los bienes que le
solicitan y a los que naturalmente aspira. Porque los valores no “existen” con independencia unos de
otros, sino en lógica subordinación, en referencia a una mayor o menor importancia en la apreciación del sujeto que los descubre, ordenándolos en una “escala interior” que va a constituirse en guía de su
conducta.
Sólo así comprenderá que hay valores cuyo destino no es otro que el de ser sacrificados en aras de
valores más altos; que el dinero, por ejemplo, debe servir a la persona y no la persona al dinero; que el
sexo es un medio para expresar el amor y no un fin en sí mismo; que se puede renunciar a la propia
comodidad para dar un minuto de felicidad a alguien.
Si la distinta jerarquización de los valores es lo que otorga la talla moral a cada individuo, es
evidente que la educación de una persona dependerá sin duda de esta “escala moral” que haya
interiorizado, y que se encuentra en congruencia con el propio proyecto de vida como canalización de
todas sus energías.
➸FUNCIONALIDAD DE LOS VALORES
El sujeto valora, pues, las cosas en función de sus circunstancias especiales, puesto que siempre se
encuentra en interacción con el mundo, es decir, con las cosas, los bienes, los valores.
Un mendrugo de pan o un vaso de agua adquieren mayor valoración para un sujeto que se esta
muriendo de hambre o desfalleciendo de sed, que para el glotón que, después de su hartazgo, siente
náuseas con sólo mentarle la comida.
No es que el pan pierda o adquiera su valor a merced de las circunstancias. Lo posee a despecho de
las mismas; pero siempre dirá relación a un sujeto que valora su importancia según sus motivaciones o
necesidades.
“El mundo de los valores” constituye la puerta de entrada al “mundo de la trascendencia”, puesto
que los valores pueden hacer referencia a una realidad metaempírica (realidad no verificable ni por los
sentidos ni por la lógica de la razón).
La valoración que hacemos de las cosas no la efectuamos con la sola razón, sino con el sentimiento,
actitudes, las obras... con todo nuestro ser.
Es difícil expresar entonces lo que sentimos; pero, el juicio que emitiremos sobre la belleza
experimentada distará mucho de ser un juicio teórico.
Los lirios de Van Gogh o Los girasoles podrán venderse por miles de millones de pesetas; pero una
cosa es lo que cuestan y otra lo que valen. ¿Es que cuando el célebre pintor malvivía en su indigencia
aquellos cuadros no poseían el valor artístico que hoy día se les reconoce? ¿Quién puede poner precio a
un sentimiento o a una emoción?
La venalidad del arte tal vez pruebe la mayor sensibilidad de nuestra cultura ante los valores
económicos; pero no creo que haya progresado mucho en otro tipo de sensibilidades.
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